martes, 11 de julio de 2023

Un día de la vida: de la lluvia al estoicismo.

Escribo este texto con el sonido de la lluvia de fondo, y el ruido de la música de mi vecina del piso de abajo. Hoy quiero oír a la lluvia hablar, y si bien lo consigo, me distraigo con esa playlist miscelánea a todo chancho. Aunque me incomoda, la entiendo, porque yo también fui en su momento el vecino ruidoso. Sé que apagará la música a una hora prudente, o al menos eso espero.

Este día me ha llevado a pensar en la inconsciencia de unos para con otros. Hay días en que los humanos no me caen tan bien, y eso tiene que ver con las inconsciencias. Con actuar sin mirar al de alado, con el desdén, la despreocupación, con estar concentrados sólo en nuestros intereses egoístas.

Tuve harto de ello hoy. Al despertar ya estaba con dicha sensación acompañada de un leve dolor de cabeza. Una representada no llegó a una reunión pactada a las diez aeme. Luego, a la tarde, cuando me subí a una micro para dirigirme al centro, una persona de forma deliberada impedía el paso por el pasillo, y una pareja comía naranjas y mandarinas de forma, digamos, grotesca. Nada en contra de la vitamina C, pero la naranja en exceso genera un olor más bien fuerte y a veces desagradable, sobre todo si vas en una micro cerrada. Por su parte el conductor, por cada detención pegaba un frenazo, lo que me agitaba en mi desesperación y en mi dolor de cabeza. 

De tanta sensación de desagrado, ya me empezaba a dar risa la situación. Sabía que estaba en medio de un momento malo del día, y que en algún momento pasaría. Afortunadamente luego pude descansar de forma confortable y reírme a carcajadas como me gusta.

Yo también he actuado inconscientemente respecto de los demás. Pensaba en que había algo que se me repetía, cada vez con menos frecuencia, y es esto de dar consejo sin que me lo pidan. A veces idealizo mi capacidad de mirar profundamente las situaciones cotidianas. De ello aprendo sobre todo a escuchar más y hablar lo preciso, sin intromisiones en las vidas de otros.

Luego de dormir una siesta que me salvó la vida, acompañé a la Pauli a sus clases de flamenco, y en el camino pasamos a tomarnos un café en un local que decidimos porque nos recibieron con una sonrisa. Al pagar la cuenta, nos regalaron dos papeles con mensajes. 

El mío decía "Cuando te levantes por la mañana, piensa en el privilegio de vivir, respirar, pensar, disfrutar, amar". Supuestamente eso lo dijo Marco Aurelio, un ex emperador romano, practicante de la filosofía estoica (elijo creer que la frase es suya). Más allá de eso, ésta me llegó en lo profundo, porque justo hoy por la mañana, había olvidado agradecer como lo hago todos los días, y eso por cierto que trajo consecuencias prácticas. La otra frase era del filósofo existencialista Kierkegaard, y me gustó más que la mía, aunque asumí que no era para mí.



De regreso a casa, decidí caminar un poco bajo la lluvia porque me gusta. Eran cerca de las 8 de la noche. En eso, un auto pasa alado mío y me salpica del agua de la calle. Otra inconsciencia, esta vez más nociva, y que decidí enfrentar, aunque con poco ímpetu, porque las frases filosóficas y las aguas del cielo me habían aquietado. Le hice gestos desde atrás y luego desde el costado cuando lo alcancé porque le tocó la roja. Ni siquiera me miró y siguió su camino. La inconsciencia, sí. La más triste de todas, porque te niegas a revisar tus conductas, sea por vergüenza, sea por orgullo.

Decidí no enfrascarme. Finalmente podemos actuar por nosotros mismos, y no resulta saludable esperar a que los demás cambien sus conductas, o se hagan conscientes de sus acciones. Obviamente debemos demarcar límites cuando corresponda. En lo que sigue, cada cual debe seguir su propio camino, y si nosotros elegimos hacernos cargo, pues la vida nos reunirá con personas que también lo hacen, o con otros que no, con tal de que superemos la filosofía de la expectativa ajena. 

En definitiva, el plan consiste en descubrir la experiencia humana, y acompañarnos de quienes elijan ese camino. En lo posible, desdoblándonos cuando ocurran situaciones desagradables que no podamos modificar, mirándolas desde afuera.

Mi alma desea que todos puedan oír la voz de su interior, porque ello es lo que permite conectar con el resto desde la consciencia, desde el hacerse cargo, desde el mirar nuestras conductas y mejorar en lo posible. Al mismo tiempo, les desea a todos conectar con la filosofía y el camino del cuestionamiento profundo, porque creo que ello salva vidas.

Probablemente esa voz interior te esté hablando a través de la lluvia. Sugiero escucharla sin ruido de fondo. A todos, incluyendo a mi vecina, que persiste flagrante en su plan musical.




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