Con la llegada de la primavera, las tasas de suicidio aumentan. La depresión, en general, se agudiza.
Desde la psiquiatría, se explica que ello se debe a que, en amplios grupos de la población -al haber mayor exposición al sol- aumentan los niveles de serotonina y de energía, situación que contrasta con la situación de personas que padecen algún tipo de trastorno de salud mental, quienes pueden llegar a sentir mayores niveles de soledad y aislamiento.
Una mirada más amplia nos pide interpretaciones simbólicas de este suceso. Nos fijaremos en el simbolismo primaveral.
La primavera representa un período de florecimiento natural, en que las plantas muestran su belleza a través de sus flores y brotes varios. Cada especie, ha de pasar por complejos procesos químicos hasta llegar al momento de brotar. No siempre se da que una especie exprese visiblemente la primavera. No todas brotan de forma evidente o hermosa.
A los seres humanos les ocurre algo similar. La primavera es un momento en que mostramos aquello que hemos venido realizando en nuestro interior. No se trata de un proceso consciente, simplemente ocurre. Al hacerse consciente, podemos dotar de sentido nuestros actos y, al mismo tiempo, poner atención a aquellas cosas que se fueron realizando en nuestro interior, con tal de captar la unidad que existe entre nuestros procesos y los procesos de la naturaleza en un sentido amplio.
Hay quienes, producto de las limitaciones con que pueda estar viviendo, sienten inconscientemente que “no tienen nada para mostrar”, o dicho de otro modo, que en ellos no existen brotes.
Al mismo tiempo, habiendo quienes sí traen información nueva con esta etapa del año, sufren ante la posibilidad de brotar o florecer, producto de que, inevitablemente, es un acto desgarrador, pues se rompe necesariamente una capa de nosotros, con tal de permitirle espacio a lo nuevo, tal y como ocurre con las plantas.
Ambos escenarios pueden ser causantes de episodios depresivos en las personas. Creo que no tengo nada para mostrar, o bien, temo sentir el dolor del desgarro que implica el florecimiento.
Los terapeutas pueden ayudar sobre la base de esta concepción, ayudándole descubrir a sus consultantes qué es lo que se ha ido creando en su interior durante la etapa invernal, aunque no se trate de un proceso consciente, con tal de que hagan visible su crecimiento, o en el otro caso, mostrándoles que es a veces necesario cierto nivel de desgarro para permitirse el desarrollo íntimo.
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