martes, 29 de agosto de 2023

Escritos para la nueva humanidad.

 Estamos habitando la era en la que la humanidad se decide a vivir de forma auténtica, es decir, a actuar de acuerdo a lo que nuestra esencia nos pide, a habitar las pulsaciones del corazón, dejando de lado el miedo al 'qué dirán', o a lo que otros puedan pensar sobre nosotros, lo que hacemos, lo que expresamos.


Hemos regresado al hogar y ahora toca habitarlo desde el amor expresado en empatía y compasión, para con uno y para con los demás.


No estamos solos, estamos acompañados de almas valientes que salieron del molde social para crear su propia historia. Muchas de ellas en su momento fueron cuestionadas por sus cercanos por expresar esa diferencia. Son ellas las que nos permiten en este momento transitar hacia nuevas formas de vida, en las cuales la empatía ocupe un lugar central. Gracias a esos viejos y viejas hoy podemos estar aquí comunicando las buenas nuevas de los nuevos paradigmas, la nueva cultura social que irá tomando cada día más presencia.


A quienes aun temen de mostrar su diferencia: sepan que no están solos, que la familia humana que incluye, comprende, escucha, investiga... cada día es más grande, y tiene las puertas abiertas para todo quien se quiera sumar.


Llegó el tiempo de soltar los moldes y expectativas que no provienen desde nuestro interior. Para ello, primero deberás preguntarte qué es aquello que deseas y no has hecho, cuál es ese paso que añoras dar y has postergado... estarás acompañado, cada día somos más, y si enfocas adecuadamente el pensamiento, soltando culpas y victimismo, entonces te resultará más fácil dar con aquellos despejados caminos hacia tu propia luz. En el atrevimiento de buscar un sentido a nuestras experiencias hay mucho material disponible, aunque a veces nos cueste porque no fue así como nos enseñaron, siempre late en nuestros corazones esa llama de la transformación.


Si lo que te preocupa es lo que conoces por "realidad" o "contexto" y lo abrumador que esto puede verse, recuerda que el mundo, el universo, se mueve en polaridades, es decir, que si reconoces lo feo es porque existe la belleza, si hay frío es porque hay calor, y así... se puede aplicar a todo ámbito. Si estoy en relaciones donde no me siento valorado, es porque hay una energía de valoración esperando por mí, lo mismo con el trabajo, los hábitos, las amistades, etc.


Tú decides la polaridad desde la que te sitúas, y pocas veces en la historia humana esto fue tan claro... Si la realidad tu abruma porque se ve sombría, debes mirar ese lado luminoso que te invita con los brazos abiertos... tú eliges, y nunca fue tan claro.


La era de Acuario nos susurra que realicemos nuestros sueños pues de todos modos nos moriremos, pero hoy y más que nunca podemos morir habiendo vivido.






martes, 8 de agosto de 2023

El aire de la calle: me eleva, me hunde

La calle, lo que entendemos por calle, hacer calle, tener calle... es hasta cierta medida un ejercicio de libertad que con el pasar del tiempo se constriñe inevitablemente entre bancas, carteles y conversaciones superficiales y alcohólicas, entre marihuanas varias y latas de cerveza que colman basureros ya repletos. Que esto, que esto otro, que Román Riquelme, que perdieron la constitución, que este discurso que copio de las redes sociales -esa parte del inconsciente colectivo que no tengo idea cómo se conecta con tanta velocidad al punto de convertirse a discurso socialmente aceptado-... yo no podría afirmar a esta altura que la filosofía se encuentre ahí en la calle. De que hay filosofía la hay, pero porque la filosofía está en todo. El ejercicio de la calle, si no se camina, pasa a ser vacío, aburrido o al menos altamente repetitivo... y atención, que para que la caminata sea efectiva debe ser entre máximo dos personas, porque si van tres entonces chocan, salvo que se bajen de la vereda o que caminen de madrugada. Los filósofos de la cuneta son aburridos porque con ellos normalmente no se puede hablar, se las saben todas porque supuestamente en la calle está todo. Y se equivocan. Es imposible que así sea, menos cuando se trata de creaciones diseñadas (las calles) para encaminar la expresión más superficial del humano, o dicho de otra forma, para que los humanos embrutecidos asistamos a nuestros trabajos, a producir no-sé-qué-cosa. En ninguna parte está todo, salvo en el gran espíritu. Ese sí que está en todo, o al menos en todo lo que tenga potencial divino. Menos el todo se manifiestará sólo en la calle cuando ésta es sinónimo mayoritario de agitación, lo que es igual a decir que no permite la quietud necesaria para una reflexión elaborada. A veces todo pasa porque quien habla más fuerte, y tomamos por sabios a quienes se mueven desde su certeza ególatra, aunque lo que diga no tenga una sola chispa de asertividad. No hay nada más repetitivo que hablar con alguien que no cuestiona ni un poco sus creencias, o discursos, o certezas y por ende conductas e historia personal. En ese sentido en el pueblo se juegan los mismos dramas que en las clases altas. A pesar de que las formas sean menos importantes en las villas y ferias, no por eso la expresión es más genuina. Muchas veces los diálogos de la calle son tanto o más vacíos que los de un rico embrutecido de privilegios. Lo digo porque lo he vivido con ojos abierto, con sentidos mareados y con la guardia baja. Con la sensación de estarme liberando en medio de una guerra de escupos, y con ganas de volver a mi lecho para decirme que a partir de mañana comienzo una nueva vida.